martes, 15 de diciembre de 2009

Ciega, perdida, con las manos como dos aspas gigantes que me arrumban y me sujetan a esta tierra que yo misma elegí para que sea mi santuario, mi hogar, mi condena...
A tientas, ida, con un dolor que me nace de cualquier sitio y al que no encuentro consuelo
Muda, con el vientre y los ojos podridos de tanta palabra que no puedo escupir sin que me rompa la alegría, sin el sombrío temor de deshacer esta esperanza que alguien me sembró como una cruz en mitad de la espalda y que preferiría no tener que cargar
Y en las calles, en los parques vacíos, en las esquinas calladas donde un hombre cualquiera espera a otro hombre para rajarle la cordura y, de paso, como quien apenas se da cuenta de la hora y la ventaja, llevarse un anillo, un reloj, una cartera.
Y en mi cuarto, enjaulada, sedienta, jugando a matar las semanas para que se acabe este segundo en que no dejo de pensar cómo sería, cómo será, cómo habrá sido...

(A M., que me prefiere sincera)

........

Una desazón... un no sé qué en el pecho, una maldita tristeza.
Unas ganas espantosamente ciertas de hundirme hasta los huesos
de calarme las ojeras y dejar de mirarme en el espejo
de abrirme las venas como si no fuesen sino una lucerna
listas para dejar correr su sueño de agua.

Y en medio esta maldita soledad como una contraseña,
una deuda infinita e imposible,
una invitación a la esperanza
una muralla rota.

Y toda la violencia de las horas que no acaban de morir pero agonizan
suave y dulcemente
acomodando su dolor entre mis piernas

y finalmente el grito, un grito
una fuga

una palabra.

viernes, 11 de diciembre de 2009

madrugadas

Todo tendría que ver con el deseo. Todo con ese placer infinito y carnal de saberse penetrada, poseída, desgarrada sin miramientos ni condescendencias. Y así, abierta como una ola en medio de la nada, expuesta, húmeda, fatal, contagiarlo todo con ese perfume exquisito que nace de la consumación del placer, entre las finas pausas de su dulcísima y lenta agonía...
(todo tendría que ver con el deseo pero nada con las explicaciones)

lunes, 30 de noviembre de 2009

....

Hoy tengo una tristeza suave, dulce, negligente casi.
Una tristeza de hospitales rotos
de persianas empolvadas
y parquecitos vacíos.
Una tristeza de carnavales incautados
de calle que masacra sus venas de agua
y amigos por correspondencia.
Una tristeza de gorrión desplumado,
de tejas que rompió el aguacero,
de luna que no pasó de la ventana.
Hoy tengo una tristeza de palabra muerta, inconclusa, airada
Una tristeza de gente que creció demasiado aprisa
de minutos contados
y sueños que se rajan con los buenos días.
Hoy tengo una tristeza así,
de madrugadas en el mar
(a la orilla de la vida)
sin fuerza ni deseo
Una tristeza de puntero roto
y zapatillas sucias
pequeña, cotidiana, incurable.
Una tristeza sin libertad ni esperanza
cómoda, moldeable
sombra de mi sombra
carne de mi carne.

(sabrás q es para ti??? no lo diré. lo juro jajajajajajaj)

miércoles, 28 de octubre de 2009

33 y...

Tantas cosas que yo nunca quise pedirte, que nunca te pedí, y tú que te empeñas en lanzarme una cuerda para salvarme de alguna obscura caída que amenaza con dejarme despierta y perdida hasta nunca jamás.

Tanto aire listo para romperse en un grito y distender esta estúpida tranquilidad que hace planes para instalarse en mis días y disfrutar de mi sangre, de mi energía, de la vida que me dejé en las calles y los portales cuando el cansancio me ganaba la pelea en el camino de regreso a casa.

Tantas y tantas horas sin sol, sin amaneceres, disputándonos la noche en un trozo de parque desierto y mal iluminado para que ahora sólo quieras salvarme, desprenderme de esta difícil amalgama que soy cuando despierto y el mundo reinicia en mi cabeza como un error, una falsa utopía, una mentira...

Pero las horas aún están de mi lado y esta noche va a pasar como si la madrugada no importara un carajo. Y voy a soplar la vela y pedir un deseo como las otras 32 veces. Y después voy a tomar hasta la asfixia y la desmemoria; hasta los pasos cruzados y las ganas de escupir el alma con el último buche de ron que puede permitirme este bolsillo sin fondos, hambriento como una bolsa de pan sin pan.

Y tú que insistes, que me hablas, que nombras la cordura como si en ello te fuera la vida y te jugaras algo más que unas palabras vacías de todo, llenas de esa nada que prefieres para no arriesgar el aliento, la cama tendida, y las tres comidas al día.

Y yo que nunca quise nada salvo que murieras por mí, que me buscaras hasta encontrarme en todas las cosas, en todos los pequeños olvidos y las torpezas... yo que nunca pretendí sino tu vida, tus ganas, tus tristezas... y tú que sólo quieres salvarme de mí, transfigurarme, nombrarme como si te perteneciera más allá de este segundo, de este beso que puedo y quiero darte sin que importe la mañana.

Tendríamos que tomar y tomar hasta que se nos paren los latidos y no seamos más que la lágrima, más que la promesa que no se cumplió y dejó a todos con una historia inconclusa y llena de esperanzas.

No tengo otra manera de decirlo. Anda solo a ese otro camino que acabas de descubrir: hoy no esperes por mí, no me salves...

martes, 13 de octubre de 2009

Canción para Manuel dormido

No sé por qué pero alguna vez tenía que pasar. Siempre dijimos que los perros, que la madrugada, que las horas sin dormir...jugamos todo sin importar quién se llevaba el premio y es un alivio porque ya no tenemos espacio para cargar con esas mierdas.

Recuerdo la primera vez que dormimos juntos: nos caímos a patadas a ver quién conseguía más espacio en la cama y contamos las horas para darnos un respiro entre la noche y los amaneceres, como si mañana fuese un tiempo que nos importara o tuviéramos fuerzas para lidiar con algo más que unas botellas, las mismas canciones, y aquellas largas pláticas en alemán que siempre empezábamos cuando estábamos tan borrachos como para que el español resultase ininteligible.

Después vinieron las begonias, los libros duplicados en el librero por si alguna vez había que empezar a dividirlo todo, las horas frente al mar con la ciudad prostituyéndose mientras esperábamos que la noche fuese más oscura para saltar la reja sin que nadie nos notara y hacernos el amor sobre algo seco y sin oleaje.

La gente siempre nos mira como esperando que todo se rompa de una buena vez y así consolarnos en esa normalidad que tratan de imponernos, que pretenden para acabar esta historia de muñequitos en la madrugada y partidos de canasta con los únicos amigos que nos quedan apostándonos la caminata hasta la próxima botella o la última tina de helados.

Escribirte ahora es mi fe de vida, la prueba irrefutable de que, en algún segundo, aún no estamos muertos. Tendríamos que seguir recogiendo gatos que lloran sobre las bolsas de basura en las aceras y dejarnos de joder con las cuentas, el espacio mínimo, y la economía.

Nunca nos van a perdonar que no haya trabajo con horarios, carro en el parqueo y una casa repleta de hijos. Ellos tienen sus planes para vernos caer y no piensan rendirse. No puedo evitar tanta filosofía barata: siempre que el insomnio me obliga a madrugar me invento una nueva estrategia para descorazonar a los imbéciles y no tener que cargar con sus miedos ni sus falsas esperanzas.

Tendría que levantarte para hacernos el amor frente a la cara histérica del guardaparques pero es otra vez jueves y los albañiles no acaban de llegar y este calor espantoso amenaza con derretirnos igual que a la última tableta de chocolate.

Nunca me han gustado las disculpas ni las explicaciones. Yo sólo quiero una copa de vino y que los putos vecinos paren de joder y de hacer ruido. No dejo de imaginar a Robert mientras canta oh baby, I never never never gonna leave you. Siento que muero de sueño pero tú estás a punto de despertar y los albañiles pueden llegar en cualquier momento... Es una mañana exquisita para disputarnos la cordura y si alguna vez tiene que pasar, mejor que sea ahora.

viernes, 9 de octubre de 2009

algunas cosas

algunas cosas nunca tienen sentido. no sé: las horas, los dulces que nunca aparecen cuando los quieres comer, las canciones donde la gente llora, los amigos que se marchan, los perros que se mueren en la noche y amanecen fríos en la puerta de tu habitación...
otras cosas están llenas de ese sentido estúpido y dulzón que prefieres no encontrarle a nada porque si no estaría el riesgo insalvable de la normalidad, los compromisos, y los resentimientos con los años que se fueron.
el resto de las cosas, y de estas no sé absolutamente nada y es una suerte, siempre quieren decir algo y, lo que es peor, siempre todos entienden lo que quieren decir.
algunas cosas me joden, me lastiman, me importan una mierda.
otras cosas me sobran.
el resto de las cosas deben tener algo que ver con esta soledad, este silencio, esta maldita paz.

viernes, 2 de octubre de 2009

esa gente

esa gente que tiene un hijo y se parapeta detrás de su pequeña vida para justificar las cosas que hace y las que no hace.

esa gente que tiene un hijo y lo usa como escudo y razón de su egoísmo y su mediocridad, y espera que el mundo entero lo comprenda, lo aplauda, lo compadezca.

esa gente que tiene un hijo como quien tiene una guerra formal con su vecino, como quien espera su diploma de graduado sólo porque no faltó a clases ni un segundo y siempre forraba las libretas.

esa gente que pretende que no se conoce la vida hasta que se tiene un hijo y nunca vivió el amor, la locura, la desesperanza.

esa gente tonta, formal, llena de miedos...

esa gente incapaz de jugarse la piel y la saliva salvo que al final lo espere un premio.

esa gente adicta a la mentira, a la televisión, a las radionovelas...

esa gente hija de su propia historia, heredera de la infamia de creerse mejores sólo porque la procreación es un acto que no exige licencias, ni garantías, ni proezas.

las palabras sólo sirven para definir aquello que ya hemos enmarcado y restringido: algunos lo llaman hijo, otros igual le dicen marihuana...

viernes, 25 de septiembre de 2009

vacaciones

tres días y cuatro noches. no sé bien por qué pero resulta que yo también pienso en eso. quizá sea esta horrible y espantosa reunión para subnormales. quizá sean los albañiles que últimamente aparecen detrás de todo mi tiempo,
detrás de todas las cosas y de todos los deseos. o la voz espantosa de mi jefe como un mantra increíble para no
alcanzar la paz, una absurda invención para romperte los oídos y obligarte a mirar las caras idiotas y aburridas
de esta gente mal vestida y llena de hijos que prepara y recibe conferencias y consulta su reloj mientras piensa
en pañales, almuerzos, billeteras vacías. tres días y cuatro noches david. yo también necesitaría una fuga
semejante, quién sabe si a ollantaytambo, quién sabe si a la luna. es tan fácil resistir, aguantarse las ganas de
salir corriendo y gritar por esa ventana abierta al infinito. lo difícil es romper esta quietud, desubicarse,
correr en pos de una semana sin horarios ni comidas ciertas, sin cama para dormir ni sueño...tres días david.
setenta y dos horas para desandar y desencontrarse. cuatro largas noches de insomnio, alcohol y janice joplin.
tengo treinta y dos años. no siempre ni generalmente pero a veces sí que los tengo y eso es algo que no entenderías. como cristo, sólo espero encontrar mi versión definitiva antes que estos imbéciles me claven en su cruz y coronen mis sienes con cualquier bagatela plástica. ahora ya casi acabó: lo dije y está muerto, roto. es un maldito rompecabezas. mi jefe ha parado de hablar y me mira con sus ojos siniestros de cordero. yo cuento su respiración y le escucho decir: tres días, cuatro noches, una mierda....

lunes, 14 de septiembre de 2009

Torta para David

Tiene que ser hoy. Ahora. No puedes simplemente esperar a mañana, empujar el carrito con el pie derecho y rezarle a los dioses de la inercia para que el impulso alcance a recorrer todo el camino desde tu invierno hasta este verano descomunal que me aprisiona y me obliga a vivir desnuda bajo la ducha. Tiene que ser hoy. Ahora. No puedes pedirme un segundo más, unas palabras, la próxima parada del autobús, la última carta bajo la manga. Yo lo sé. Tú debías saberlo pero siempre estarán en medio las banderas, los deseos, las traiciones, los bolsillos vacíos y las cuentas pendientes con la madrugada. Es tan absurdo tener un cumpleaños, un día en que todos sonríen cuando piensan en ti y esperan sentados a que piques y repartas el cake justo después de pedir un único deseo. (A veces soy una mujer, sobre todo en las mañanas cuando alguien me despierta reclamando un beso que no quiero dar y no doy. A veces también soy un hombre. A veces nada. Pero hoy soy apenas un cuerpo desganado y una cara somnolienta, sin fuerzas para subir el muro de un salto y lanzarme otra vez a la calle, a la vida que hasta hace apenas dos horas me pertenecía). Hoy es un día cualquiera en esta isla infinita y cerrada sobre sí y no me alcanzan las palabras para inventar otras historias que no hablen de este cansancio atroz y estas ojeras. No voy a cantar felicidades ni encender las velitas en tu cake y tendrás que perdonarme si tampoco me importan los sobrinos, la coca, y los bares donde las putas y las colegialas son siempre la misma cosa. Si estuvieras aquí tal vez no hicieran falta las palabras, ni la filosofía, ni la literatura... pero no estás y alguien todo el tiempo me repite que duerma un poco, que pare de joder, que regrese al trabajo, el salario mensual y las comidas para gatos. Ojalá esta noche vayas a lo de Celia y bailes una salsa en mi honor y te rompas los pulmones con dos rondas de ese ron de contrabando del que siempre te hablé y que probablemente nunca tomes. Ojalá pase algo y la chica que hace sombra te llame en medio de la madrugada para compartir un taxi hasta el pasado y aliviar las urgencias de ese amor adolescente que aún te pesa en la piel por más que intentes camuflarlo. Al final de esta historia sin grandes sobresaltos ni tiempos verbales tal vez esté Madrid como una tentación, como un estúpido camino hacia la nada. Tengo un sueño espantoso David, los ojos se me cierran a pesar del alcohol y las tazas de café. Tendrás que seguir con esta farsa tú solo. No puedo evitarlo. Encender 22 velas es un trabajo demasiado pesado para una nena que lleva dos noches sin dormir esperando a unos albañiles que quizá no existan y cantando canciones de rock mientras se afeita rigurosamente el pubis y juega a la ruleta con un trozo de papel y unas plumas viejas. Mañana, si acaso no es verdad que mañana no es sino una promesa para incautos, podrás convencerme de que eres un hombre que se juega la vida porque no soporta la esperanza. Pero esta tarde aún tienes 21 años y nombras el hastío como si fuese un amuleto, y juegas con las cartas que otro marcó para ganar la apuesta. Mañana tal vez... pero antes recuerda soplar hasta apagar todas las velas.

(en fin, felicitures y otras (dei)dades para ti, que eres todo un hombre jajajajajajajaja)

lunes, 31 de agosto de 2009

mis pequeños palinuros...

Tema para Vivaldi
Era un febrero invernal y lluvioso y él voló a Alemania para conocerla por eso de que el frío es bueno para el amor. Ella regresó a buscarlo en agosto, luego de muchos besos y algún que otro resfrío que debía curarse bajo el sol de un verano tropical y entre los chistes de sobremesa de una cena romántica y familiar. Los dos hicieron muchas veces el amor mientras Angélica recorría las calles de la Habana Vieja con una tumbadora bajo el brazo y un programa de radio en la cabeza, esperando que la lluvia de otoño tardara en caer. Pero nadie esperó la primavera y fueron infelices en las cuatro estaciones y todos los usos horarios que estaban por llegar.

Historia para desagraviar a jota eme
Luego de diez años de insulina y muchas botellas de ron, jota eme perdió los dientes y decidió vender la mitad de la casa para comprarse un equipo de música y algunas bolsas de chorizo. Oyó algunos discos, el chorizo acabó, y la insulina fue dejándolo a oscuras mientras la mitad de la casa se convertía en la casa completa y jota eme no lograba entender por qué cada vez que sacaba los pies de la cama chocaba con una pared.

Historia futurista
Se conocieron en un sitio de Chat porque él necesitaba compañía y ella no tenía con quién hablar de sexo. Hubo una química instantánea e hicieron el amor dos o tres veces, cada uno desde su lado del ordenador, hasta que al fin decidieron conocerse. Pero la página web caducó a pesar de todos los orgasmos y en contra de casi todas las promesas, así que cada quien volvió a su vida y él se masturbaba siempre en las madrugadas mientras ella soñaba con el tiempo de las palomas mensajeras y el correo tradicional.

Consecuencias
Si ellos no hubiesen tapiado a Mercedes detrás de ese muro espantoso y pintado con cal que la obligaba a entrar y salir de su casa por un pasillo infame, oscuro y ridículamente atiborrado de matas y macetas para camuflarlo, ella nunca hubiese conocido a Alberto, que orinaba a las tres de la madrugada de ese domingo con los pantalones a mitad de rodilla, las manos sujetando el cinto, un pie contra la pared y el otro entre el lirio y el ficus de mármol jaspeado que tanto trabajo le costó encontrar.

cumpleaños
La mañana que cumplió cincuenta años se subió a un avión a descubrir Madrid e imaginar que krishnamurti era un helado de sabores y el mediterráneo un mar, y la nieve una pelusa blanca que cae para que los hombres no tengan que escalar el cielo hasta encontrarla. Tal vez hubiese resultado pero el piloto olvidó la revisión de turno y los meteorólogos habían iniciado la huelga apenas veinticuatro horas antes de la partida.

miércoles, 26 de agosto de 2009

últimas llamadas

vocación kamikaze

despierto en medio de la madrugada. la botella de johnnie walker me mira como si pretendiera algo más que mis huesos. la luna tiembla sobre las hojas del cundiamor y yo no encuentro si no un vaso sucio y una tarjeta de teléfono con los números rallados. Los gatos hacen el amor sobre el techo roto de mi vecina y yo cuento los minutos que me faltan para acabar con esta estúpida agonía. apenas un salto y abro la ventana. la ciudad, iluminada hasta el infinto, me guiña sus ojos de puta avejentada. la tierra me llama y tus pasos han debido borrarse porque el pavimento ya no es más una mancha difusa sino una clara invitación a la fuga. no tardo. mejor me esperas despierto.


extraña serenata

no estás. cierro los ojos para perderme de esta noche absurda y espantosamente cierta. todo está en su sitio y las cosas me abruman con su habitual y estúpida cantilena. puedo escuchar mi corazón, ese músculo vulgar y displicente. no estás. no estás. no estás. tendría que olvidarlo todo y largarme hasta la casa de algún conocido. tendría que tomar hasta que me estallen las venas y el alcohol me borre la memoria. tendría que gritar, lanzarme a la bahía, y hundirme entre los restos de petróleo y las algas muertas pero me faltan las fuerzas y recuerdo que soy lamentablemente humana. nadie vendrá a buscarme si esta noche no alcanza su infantil predicción de desahucio. nadie vendrá por mí y es un alivio. es tarde, amanece, el teléfono no deja de sonar y alguien quiere romper esta quietud haciendo añicos mi ventana. no estás. perdona que no quiera esperarte.


palabras

es hora. las manos me tiemblan como si fuera la primera vez, como si nunca antes hubiese intentado esta salida. puse un poco de agua en el jarrón no sea que la orquídea se marchite antes de tiempo. siempre quise decirte que la vejez es un castigo que no merecemos a pesar de todas las pequeñas maldades y las blasfemias que inventamos para no aburrirnos demasiado pronto. siempre quise verte así, los labios azules bajo la luz exquisita y tranquila de esta luna de agosto. no hay tiempo que perder. mañana ya vendrán los gorriones.


circunstancias

llueve. hace un frío de mierda y mis gatos han salido a cortejar la noche. cuento los minutos. nunca nadie me dijo que la lluvia podía dolerte, que las horas sólo pasan si detrás no hay nada, que hacen falta ganas para romper la maldita circunstancia del agua. llueve como si dios quisiera borrarnos otra vez, como si todo esto no fuera más que una canción y a nadie le importaran las palabras. estamos mutilados por la fe. estamos muertos para esta lluvia que cae sobre la ciudad y a la que nadie ha querido apostar más de la cuenta. la noche canta y ahora sé que mis gatos no piensan volver. cierro las ventanas. las llaves aún cuelgan en la puerta.


los locos

todo el mundo miente. sobre todo en las mañanas y cuando hay un gato cerca. todo el mundo tiene una canción que lo hace reír y lo salva de este mundo de carritos del pan y leche con café para los desayunos con prisa.siempre dijiste que hay un punto del que no se puede volver y ahora sé que es cierto. ahora sé que los locos sólo cantan bajo la lluvia si el aguacero los sorprende en mitad de la calle sin paraguas o si el techo es una mierda y las goteras les caen en la cabeza. mis vecinos no. ellos cantan en el patio mientras se juegan la sábana que los tapará en la noche y tiran a suertes el mendrugo de pan y la última rebanada de queso. ellos tocan su guitarra sin cuerdas y baten palmas para invocar a sus santos pendencieros. ellos también mienten. sobre todo cuando dicen que no tienen miedo de las ratas y que un gato sólo es un estorbo que maúlla y se enreda en la cabeza de su dueño hasta hacerlo morir de estupidez y de pereza. ya sé que no es su culpa haberse vuelto locos pero no encontraron nada que decir a su favor y es difícil resistirse al sonido de los huesos que crujen bajo el peso de una mandarria. sobre todo en las mañanas, cuando todo el mundo miente.



noticias

ellos me avisaron. me dijeron que querías violarme cuando estuviera tan borracha como para no darme cuenta. me advirtieron que por eso eras tan amable y que no tomara más de esa botella en la que alguien había puesto unas pastillas. tú seguías invitándome a bailar y cada vez que mi copa se vaciaba ponías una llena entre mis manos diminutas. la noche siempre está por comenzar y uno sólo espera que alguna vez cumpla al menos la mitad de todas sus promesas. no me importa nada y lo mejor de todo es que no recuerdo cómo llegué a mi casa con esta cosa naranja pegada a mis zapatos. ahora todos van a decir que es mi culpa y a mí me parce una buena respuesta para que me dejen en paz y así dormir hasta mañana. ya sé que es cierto que ellos me avisaron pero el vino estaba exquisito y no es la primera vez que salto de un coche en movimiento. igual siempre queda algún que otro arañazo, la huella de una mano que apretó demasiado fuerte, el terrible dolor de cabeza después de una resaca.


para david

ella simplemente dijo que te amaba y tú no entendiste si no que se rendía. ahora lo piensas y te ríes mientras fumas un cigarro tan largo como esta madrugada de sábanas indiscretas y confesiones que mañana no valdrán un pedazo de pan o una sonrisa. ella se acostó a tu lado para hacerte sentir la fugaz eternidad de este segundo mientras tú la mirabas con lástima y, quién sabe, tal vez un poco de asco. ella no sabe las palabras pero en su cuerpo que se pierde en las caricias y los ritmos de tu virilidad recién descubierta hay más de un camino a ese algo que tú buscas desesperadamente en las botellas de tequila y los pitos de marihuana. ambos sabemos que no podría durar porque ella querrá arrastrarte una y otra vez siempre por las mismas y tan tediosas poses del amor adolescente y eso es algo que un apostador no puede permitirse. pero igual no entendiste la delicia de una renuncia así, sin papeles que firmar ni promesas para endulzar el taxi de la despedida. cómo podrías entenderlo si apenas tienes veiniún años, un cuerpo lleno de hormonas y una madre que barre bajo la cama.

viernes, 21 de agosto de 2009

babel

Ahora que la música del grito es más leve y deja que se escuchen también el silencio y el chirriar de las puertas en las casas vacías, ahora que los llantos se van haciendo más quedos y en los patios vecinos algún que otro gallo canta, ahora y antes que sea tarde, antes que todos se den cuenta que se ha perdido algo más que lo cercano, que se ha estado jugando con ese trozo púdico de la existencia: la memoria. Ahora que todavía no es más que una advertencia, hagamos caso al grito: sálvese, pues, quien pueda.

anatomía de la palabra soledad

Nieva. Pequeños animales de hielo se afierran a los bordes deshechos de mi camisa blanca, sujetos al calor de mi cuerpo buscan un tranquilo refugio para el largo viaje que han hecho del cielo a la tierra. La nieve se escurre entre los dedos de mis pies y se roba, por tan sólo segundos, la huella que había sembrado sobre el terreno infértil, fangoso por las primeras apariciones de la escarcha. La nieve, ya agua, besa la tierra con la desesperación de un abrazo que tardó más de lo necesario y la tierra se entrega, deseosa, a este cíclico ritual de apareamiento.

Es tanto el silencio que puedo escuchar el gemir de los animales recién caídos sobre mi camisa, su llamado dulce y triste para reencontrar la manada; tanto que puedo sentir el tragar lujurioso de la tierra seca, y hasta la prisa de la gente que, apenas una semana, abandonó la aldea. Los restos del viejo edificio azul desaparecen bajo incansables remolinos blancos y el frío rasca sus carnes contra la quietud de mis tobillos descubiertos. Me gustaría ver a mi madre y mis hermanas regresar del templo- las cabezas cubiertas para evitar el persistente coqueteo del frío- y pienso que tardan demasiado en volver.

Para cuando lleguen toda mi camisa será un inmenso zoológico de bestezuelas que saltan o se acurrucan en mis brazos para darme calor. Casi todos habrán encontrado a los suyos y el silencio será menos alegre, sólo quedará el eco de las últimas oraciones, algún que otro lamento nacido del dolor de pisar un guijarro, o el aullido de un perro que se rezagó a la espera de sus dueños.

ellos

Me dijeron que no preguntara, que no tenía por qué saber nada de eso, que lo mío era otra cosa. Me callaron. Pusieron sobre mí sus ojos duros, humillantes, severos...Y me soltaron al mundo con esa estúpida desnudez de sentido común, quizá con la esperanza de que no tropezara o de que el golpe no resultase muy duro. Pero lo fue. Entonces me miraron horrorizados, las manos temblorosas y marchitas cubriéndoles el rostro, los ojos desorbitados, incrédulos. Después no me miraron más. Cada quien tomó su rumbó y se refugió en alguna estúpida utopía, esas pequeñas cosas como el baño diario, las sazones, los juegos de parchís en los que siempre falta uno o no cabe nadie más. Y yo me acostumbré a este ligero azar de las simulaciones, a los silencios, a las discretas despedidas y a los amigos que nada preguntan porque nada quieren saber.