martes, 13 de octubre de 2009

Canción para Manuel dormido

No sé por qué pero alguna vez tenía que pasar. Siempre dijimos que los perros, que la madrugada, que las horas sin dormir...jugamos todo sin importar quién se llevaba el premio y es un alivio porque ya no tenemos espacio para cargar con esas mierdas.

Recuerdo la primera vez que dormimos juntos: nos caímos a patadas a ver quién conseguía más espacio en la cama y contamos las horas para darnos un respiro entre la noche y los amaneceres, como si mañana fuese un tiempo que nos importara o tuviéramos fuerzas para lidiar con algo más que unas botellas, las mismas canciones, y aquellas largas pláticas en alemán que siempre empezábamos cuando estábamos tan borrachos como para que el español resultase ininteligible.

Después vinieron las begonias, los libros duplicados en el librero por si alguna vez había que empezar a dividirlo todo, las horas frente al mar con la ciudad prostituyéndose mientras esperábamos que la noche fuese más oscura para saltar la reja sin que nadie nos notara y hacernos el amor sobre algo seco y sin oleaje.

La gente siempre nos mira como esperando que todo se rompa de una buena vez y así consolarnos en esa normalidad que tratan de imponernos, que pretenden para acabar esta historia de muñequitos en la madrugada y partidos de canasta con los únicos amigos que nos quedan apostándonos la caminata hasta la próxima botella o la última tina de helados.

Escribirte ahora es mi fe de vida, la prueba irrefutable de que, en algún segundo, aún no estamos muertos. Tendríamos que seguir recogiendo gatos que lloran sobre las bolsas de basura en las aceras y dejarnos de joder con las cuentas, el espacio mínimo, y la economía.

Nunca nos van a perdonar que no haya trabajo con horarios, carro en el parqueo y una casa repleta de hijos. Ellos tienen sus planes para vernos caer y no piensan rendirse. No puedo evitar tanta filosofía barata: siempre que el insomnio me obliga a madrugar me invento una nueva estrategia para descorazonar a los imbéciles y no tener que cargar con sus miedos ni sus falsas esperanzas.

Tendría que levantarte para hacernos el amor frente a la cara histérica del guardaparques pero es otra vez jueves y los albañiles no acaban de llegar y este calor espantoso amenaza con derretirnos igual que a la última tableta de chocolate.

Nunca me han gustado las disculpas ni las explicaciones. Yo sólo quiero una copa de vino y que los putos vecinos paren de joder y de hacer ruido. No dejo de imaginar a Robert mientras canta oh baby, I never never never gonna leave you. Siento que muero de sueño pero tú estás a punto de despertar y los albañiles pueden llegar en cualquier momento... Es una mañana exquisita para disputarnos la cordura y si alguna vez tiene que pasar, mejor que sea ahora.

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