martes, 18 de mayo de 2010

mémoire (para eduardo, sin razón aparente)

mañana

el fin de año era el tiempo de los buñuelos
de la masa correosa entre los dedos de las mujeres
del trago de cerveza helada al amanecer (y para amanecer)
de la mesa sueca (cubanísima??)
el tiempo del arroz congrís sacudiendo el barrio
despertando el deseo
el instinto animal
la gula
la carne que alebresta la carne
antropofagia erotómana
salivada
promisoria
(pontifical??)
la alevosía de despedir el año entre cubos de agua
!a la calle!
fuera con toda la pena
con toda la nostalgia
con la angustia toda
y chupar como si nada el rabo crujiente de aquel puerco
que en las horas lejanas (y violentísimas) de la mañana
el cuchillo del abuelo había desangrado
ante los ojos de todos
el abuelo sacerdotal, en su divino ministerio
empuñando su jerarquía patriarcal sobre la tabla del martirio
proveyéndonos
brutal
despojado de esa corona (halo??) de bondad
que sólo veíamos caer cuando la faja de cuero asomaba de golpe
(para dar el..., los...???)
castigadora
infinita
ciega como la justicia,
animal,
distendida luego ya
-no como una extensión parapléjica de su mano
!nunca!
sino en el santo orgasmo de la autoridad-.

y la panza blanca y destripada del cerdo
contra la madera
expuesta, húmeda aún
inmutable en esa servidumbre que le impusimos
la carne babilónica que habría de saciarnos
(no había hambre que matar, no había!!!)
la panza en fin
rota de un tajo
despojada, sin seso ni mondongo
(como un sarcófago privado de lápida, de mármol)
zurcida luego para mejor cocer el arroz.

y en la noche, justo a las doce
el himno nacional (sin bautismo político, sin continencias, más como una bendición, un santo y seña)
el discurso etílico y avizor del tío josé
(no el ciego, que ya es muerto, sino el otro, el sin hijos, el tan flaco, arruinado, amargo en su memoria de antes)
el brindis donde cada quien ponía más que su copa la vida.

el fin de año era el tiempo de la yuca con mojo
los tostones
la esperanza no como un quizá
como un entonces
como un y si fuese posible...
sino de por supuesto
de sólo falta un poco
de tengamos paciencia que la fe es muy larga
para encomendarle la alegría.

el tiempo de la familia como una encarnación tropical de la fortuna
dispendiosa, sin geografía

el tiempo de la ingenua y natural certidumbre
de esos días en que mañana no era sino una promesa,
La Promesa de la risa por llegar.





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