lunes, 25 de enero de 2010

agenesia

fértil como un curiel, con la matriz siempre dispuesta a incubar esa masa sanguinolenta que aún antes de formarse algunos llaman hijo y por la arriesgan sin pensarlo sus afectos, sus anhelos, su fe, sólo para ser miembro de número de una cofradía que se cuenta en millones, para darle un sentido a lo que no lo precisa, para justificar el aliento, el pan, el placer.

y sin hijos ya en esa edad en que todos preguntan por la familia cuando en realidad sólo quieren saber si estás felizmente casada y reproducida, si aumentaste en uno, o dos, o hasta tres el número de hombres que pueblan este mundo y cumpliste así con esa tara de ser mujer que te obliga a rendir cuenta de tu descendencia, de tu labor de probeta, a cumplir con esa secreta promesa de vida que pactaste desde el segundo en que tu adn combinó el alfabeto en dos letras: x-y.

sin hijos ya y voluntariamente, no como el armadillo que elige fecha para asegurar la cría, no como esa pobre infeliz hembra incapaz de procrear, sino simplemente sin hijos, harta de la carga de la procreación, de la hipócrita embriaguez de la maternidad; sin hijos y con un vientre que ha albergado a más de un hombre, a más de una mujer; sin hijos y con gatos, perros, libros, madrugadas...

y ellos, que visten su bata felpuda de desilusión, reprochan la belleza, el intelecto, la fe, el deseo, la vida que no les sirve para crear otra vida, para emparejarte con todos y para el bien de unos cuantos. ellos reprochan la mirada clara, transparente, la sangre que palpita en ese cuerpo perfecto y saludable que te ha sido prestado y del que no quieres desprenderte para la continuidad de la especie.

ellos, que ensucian el sexo justificándolo en razón del alumbramiento.

ellos que usan sus hijos como cuerdas para retener el amor, que los convierten en los muebles y paredes de una casa vacía a la que sólo vuelven en las noches, de puntillas para dormir pronto con el pretexto de un día ajetreado o un dolor en los huesos.

ellos que murmuran y desaprueban, incapaces de una preñez verdadera pero listos siempre a parir otra mentira.

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