lunes, 31 de agosto de 2009

mis pequeños palinuros...

Tema para Vivaldi
Era un febrero invernal y lluvioso y él voló a Alemania para conocerla por eso de que el frío es bueno para el amor. Ella regresó a buscarlo en agosto, luego de muchos besos y algún que otro resfrío que debía curarse bajo el sol de un verano tropical y entre los chistes de sobremesa de una cena romántica y familiar. Los dos hicieron muchas veces el amor mientras Angélica recorría las calles de la Habana Vieja con una tumbadora bajo el brazo y un programa de radio en la cabeza, esperando que la lluvia de otoño tardara en caer. Pero nadie esperó la primavera y fueron infelices en las cuatro estaciones y todos los usos horarios que estaban por llegar.

Historia para desagraviar a jota eme
Luego de diez años de insulina y muchas botellas de ron, jota eme perdió los dientes y decidió vender la mitad de la casa para comprarse un equipo de música y algunas bolsas de chorizo. Oyó algunos discos, el chorizo acabó, y la insulina fue dejándolo a oscuras mientras la mitad de la casa se convertía en la casa completa y jota eme no lograba entender por qué cada vez que sacaba los pies de la cama chocaba con una pared.

Historia futurista
Se conocieron en un sitio de Chat porque él necesitaba compañía y ella no tenía con quién hablar de sexo. Hubo una química instantánea e hicieron el amor dos o tres veces, cada uno desde su lado del ordenador, hasta que al fin decidieron conocerse. Pero la página web caducó a pesar de todos los orgasmos y en contra de casi todas las promesas, así que cada quien volvió a su vida y él se masturbaba siempre en las madrugadas mientras ella soñaba con el tiempo de las palomas mensajeras y el correo tradicional.

Consecuencias
Si ellos no hubiesen tapiado a Mercedes detrás de ese muro espantoso y pintado con cal que la obligaba a entrar y salir de su casa por un pasillo infame, oscuro y ridículamente atiborrado de matas y macetas para camuflarlo, ella nunca hubiese conocido a Alberto, que orinaba a las tres de la madrugada de ese domingo con los pantalones a mitad de rodilla, las manos sujetando el cinto, un pie contra la pared y el otro entre el lirio y el ficus de mármol jaspeado que tanto trabajo le costó encontrar.

cumpleaños
La mañana que cumplió cincuenta años se subió a un avión a descubrir Madrid e imaginar que krishnamurti era un helado de sabores y el mediterráneo un mar, y la nieve una pelusa blanca que cae para que los hombres no tengan que escalar el cielo hasta encontrarla. Tal vez hubiese resultado pero el piloto olvidó la revisión de turno y los meteorólogos habían iniciado la huelga apenas veinticuatro horas antes de la partida.

miércoles, 26 de agosto de 2009

últimas llamadas

vocación kamikaze

despierto en medio de la madrugada. la botella de johnnie walker me mira como si pretendiera algo más que mis huesos. la luna tiembla sobre las hojas del cundiamor y yo no encuentro si no un vaso sucio y una tarjeta de teléfono con los números rallados. Los gatos hacen el amor sobre el techo roto de mi vecina y yo cuento los minutos que me faltan para acabar con esta estúpida agonía. apenas un salto y abro la ventana. la ciudad, iluminada hasta el infinto, me guiña sus ojos de puta avejentada. la tierra me llama y tus pasos han debido borrarse porque el pavimento ya no es más una mancha difusa sino una clara invitación a la fuga. no tardo. mejor me esperas despierto.


extraña serenata

no estás. cierro los ojos para perderme de esta noche absurda y espantosamente cierta. todo está en su sitio y las cosas me abruman con su habitual y estúpida cantilena. puedo escuchar mi corazón, ese músculo vulgar y displicente. no estás. no estás. no estás. tendría que olvidarlo todo y largarme hasta la casa de algún conocido. tendría que tomar hasta que me estallen las venas y el alcohol me borre la memoria. tendría que gritar, lanzarme a la bahía, y hundirme entre los restos de petróleo y las algas muertas pero me faltan las fuerzas y recuerdo que soy lamentablemente humana. nadie vendrá a buscarme si esta noche no alcanza su infantil predicción de desahucio. nadie vendrá por mí y es un alivio. es tarde, amanece, el teléfono no deja de sonar y alguien quiere romper esta quietud haciendo añicos mi ventana. no estás. perdona que no quiera esperarte.


palabras

es hora. las manos me tiemblan como si fuera la primera vez, como si nunca antes hubiese intentado esta salida. puse un poco de agua en el jarrón no sea que la orquídea se marchite antes de tiempo. siempre quise decirte que la vejez es un castigo que no merecemos a pesar de todas las pequeñas maldades y las blasfemias que inventamos para no aburrirnos demasiado pronto. siempre quise verte así, los labios azules bajo la luz exquisita y tranquila de esta luna de agosto. no hay tiempo que perder. mañana ya vendrán los gorriones.


circunstancias

llueve. hace un frío de mierda y mis gatos han salido a cortejar la noche. cuento los minutos. nunca nadie me dijo que la lluvia podía dolerte, que las horas sólo pasan si detrás no hay nada, que hacen falta ganas para romper la maldita circunstancia del agua. llueve como si dios quisiera borrarnos otra vez, como si todo esto no fuera más que una canción y a nadie le importaran las palabras. estamos mutilados por la fe. estamos muertos para esta lluvia que cae sobre la ciudad y a la que nadie ha querido apostar más de la cuenta. la noche canta y ahora sé que mis gatos no piensan volver. cierro las ventanas. las llaves aún cuelgan en la puerta.


los locos

todo el mundo miente. sobre todo en las mañanas y cuando hay un gato cerca. todo el mundo tiene una canción que lo hace reír y lo salva de este mundo de carritos del pan y leche con café para los desayunos con prisa.siempre dijiste que hay un punto del que no se puede volver y ahora sé que es cierto. ahora sé que los locos sólo cantan bajo la lluvia si el aguacero los sorprende en mitad de la calle sin paraguas o si el techo es una mierda y las goteras les caen en la cabeza. mis vecinos no. ellos cantan en el patio mientras se juegan la sábana que los tapará en la noche y tiran a suertes el mendrugo de pan y la última rebanada de queso. ellos tocan su guitarra sin cuerdas y baten palmas para invocar a sus santos pendencieros. ellos también mienten. sobre todo cuando dicen que no tienen miedo de las ratas y que un gato sólo es un estorbo que maúlla y se enreda en la cabeza de su dueño hasta hacerlo morir de estupidez y de pereza. ya sé que no es su culpa haberse vuelto locos pero no encontraron nada que decir a su favor y es difícil resistirse al sonido de los huesos que crujen bajo el peso de una mandarria. sobre todo en las mañanas, cuando todo el mundo miente.



noticias

ellos me avisaron. me dijeron que querías violarme cuando estuviera tan borracha como para no darme cuenta. me advirtieron que por eso eras tan amable y que no tomara más de esa botella en la que alguien había puesto unas pastillas. tú seguías invitándome a bailar y cada vez que mi copa se vaciaba ponías una llena entre mis manos diminutas. la noche siempre está por comenzar y uno sólo espera que alguna vez cumpla al menos la mitad de todas sus promesas. no me importa nada y lo mejor de todo es que no recuerdo cómo llegué a mi casa con esta cosa naranja pegada a mis zapatos. ahora todos van a decir que es mi culpa y a mí me parce una buena respuesta para que me dejen en paz y así dormir hasta mañana. ya sé que es cierto que ellos me avisaron pero el vino estaba exquisito y no es la primera vez que salto de un coche en movimiento. igual siempre queda algún que otro arañazo, la huella de una mano que apretó demasiado fuerte, el terrible dolor de cabeza después de una resaca.


para david

ella simplemente dijo que te amaba y tú no entendiste si no que se rendía. ahora lo piensas y te ríes mientras fumas un cigarro tan largo como esta madrugada de sábanas indiscretas y confesiones que mañana no valdrán un pedazo de pan o una sonrisa. ella se acostó a tu lado para hacerte sentir la fugaz eternidad de este segundo mientras tú la mirabas con lástima y, quién sabe, tal vez un poco de asco. ella no sabe las palabras pero en su cuerpo que se pierde en las caricias y los ritmos de tu virilidad recién descubierta hay más de un camino a ese algo que tú buscas desesperadamente en las botellas de tequila y los pitos de marihuana. ambos sabemos que no podría durar porque ella querrá arrastrarte una y otra vez siempre por las mismas y tan tediosas poses del amor adolescente y eso es algo que un apostador no puede permitirse. pero igual no entendiste la delicia de una renuncia así, sin papeles que firmar ni promesas para endulzar el taxi de la despedida. cómo podrías entenderlo si apenas tienes veiniún años, un cuerpo lleno de hormonas y una madre que barre bajo la cama.

viernes, 21 de agosto de 2009

babel

Ahora que la música del grito es más leve y deja que se escuchen también el silencio y el chirriar de las puertas en las casas vacías, ahora que los llantos se van haciendo más quedos y en los patios vecinos algún que otro gallo canta, ahora y antes que sea tarde, antes que todos se den cuenta que se ha perdido algo más que lo cercano, que se ha estado jugando con ese trozo púdico de la existencia: la memoria. Ahora que todavía no es más que una advertencia, hagamos caso al grito: sálvese, pues, quien pueda.

anatomía de la palabra soledad

Nieva. Pequeños animales de hielo se afierran a los bordes deshechos de mi camisa blanca, sujetos al calor de mi cuerpo buscan un tranquilo refugio para el largo viaje que han hecho del cielo a la tierra. La nieve se escurre entre los dedos de mis pies y se roba, por tan sólo segundos, la huella que había sembrado sobre el terreno infértil, fangoso por las primeras apariciones de la escarcha. La nieve, ya agua, besa la tierra con la desesperación de un abrazo que tardó más de lo necesario y la tierra se entrega, deseosa, a este cíclico ritual de apareamiento.

Es tanto el silencio que puedo escuchar el gemir de los animales recién caídos sobre mi camisa, su llamado dulce y triste para reencontrar la manada; tanto que puedo sentir el tragar lujurioso de la tierra seca, y hasta la prisa de la gente que, apenas una semana, abandonó la aldea. Los restos del viejo edificio azul desaparecen bajo incansables remolinos blancos y el frío rasca sus carnes contra la quietud de mis tobillos descubiertos. Me gustaría ver a mi madre y mis hermanas regresar del templo- las cabezas cubiertas para evitar el persistente coqueteo del frío- y pienso que tardan demasiado en volver.

Para cuando lleguen toda mi camisa será un inmenso zoológico de bestezuelas que saltan o se acurrucan en mis brazos para darme calor. Casi todos habrán encontrado a los suyos y el silencio será menos alegre, sólo quedará el eco de las últimas oraciones, algún que otro lamento nacido del dolor de pisar un guijarro, o el aullido de un perro que se rezagó a la espera de sus dueños.

ellos

Me dijeron que no preguntara, que no tenía por qué saber nada de eso, que lo mío era otra cosa. Me callaron. Pusieron sobre mí sus ojos duros, humillantes, severos...Y me soltaron al mundo con esa estúpida desnudez de sentido común, quizá con la esperanza de que no tropezara o de que el golpe no resultase muy duro. Pero lo fue. Entonces me miraron horrorizados, las manos temblorosas y marchitas cubriéndoles el rostro, los ojos desorbitados, incrédulos. Después no me miraron más. Cada quien tomó su rumbó y se refugió en alguna estúpida utopía, esas pequeñas cosas como el baño diario, las sazones, los juegos de parchís en los que siempre falta uno o no cabe nadie más. Y yo me acostumbré a este ligero azar de las simulaciones, a los silencios, a las discretas despedidas y a los amigos que nada preguntan porque nada quieren saber.