ahora
mientras aún quedan palabras para definir
la desesperanza
mientras aún alguien grita
amoldándose a la máscara de sus sueños
y los peces prefieren saltar solos dentro de las redes
y los conejos miran tímidamente el arcabuz
y las palomas se esconden, acurrucándose, en minúsculas piezas de espejitos de mano.
ahora
mientras el agua es quien salva
matándonos
mientras los túneles siguen siendo esos espacios infinitos
donde alguien espera encontrar una luz
y los peces que saltaron se asfixian en su libertad entretejida
y los conejos que murieron se desangran en charquitos de impaciencia
y las palomas reparten su soledad entre abucheos y fragmentos de nitrato de plata.
ahora
ahora mismo
ahora.
jueves, 10 de noviembre de 2011
martes, 1 de noviembre de 2011
acercamientos
1
ven, aún si no me entiendes porque
cómo puedes tú entenderme si no entiendes la naturaleza de la sangre
si no entiendes el rojo
si no entiendes el vuelo de una pluma cayendo al vacío
despojada de su cuerpo de ave.
ven, abrázame
aún si no tienes brazos
(sobre todo si no los tienes)
haz una tu pena con mi risa
tu sed
tu hartazgo
hazlos uno también
con cualquier cromosoma humano, animal
con la sutil esencia de una planta
porque
cómo puedes tú ser uno siquiera contigo
si no eres capaz de fragmentarte, dividirte, marginarte, ser leve
cómo puedes siquiera contar, decir números
palabras
sonidos
cómo puedes siquiera decir que estás vivo, o soñarlo
o estar realmente vivo
si no sabes que la muerte no existe
si no sientes y sabes que no hay muerte posible
que no somos sino polvo de estrellas
materia, energía, vida.
ven, como si el tiempo no existiera
consciente de que no existe
consciente de que existe,
ven,
vamos a aniquilarnos dulcemente
a ser olvido
a participar de las cosas pequeñas que acontecen
en el mundo
a no participar, a no ser
ven desde la nada que eres hasta la nada que serás, húndete en mí
atraviésame
sin rencores, con rencores
sin dolor
siendo la fuente del dolor, la cura del dolor
ven y dime una palabra, un gesto
para que yo también
aún sin decirlo, sin saberlo
sea, vaya, vibre.
porque somos la materia de que todo está compuesto,
aún lo que no es, y no está
y nadie, ni dioses, ni hombres, ni poemas
pueden revocar este segundo en que tu carne y la mía
sean una extensión del universo.
2
la muerte, la quietud, el silencio
la lluvia, el mar, la silueta de una ola.
las horas
el viento
los bostezos.
3
la belleza de un gruñido
en un habitación a oscuras
inhabitada
de un mundo que desconoces
tan profundamente
como si realmente
no existiera.
la belleza de un bailarin
torcido
inválido
incapaz de saltar o girar
salvo sobre sus propias memorias
y tristezas.
la belleza de lo dañado
de las cosas que se pueden desechar
abandonar
dejar en el olvido.
del hombre barbado
añoso
q se ilumina como un niño
ante un caramelo
o un jugete roto.
de esos niños perpetuos
eternos
de ojos rasgados
ante cuya sonrisa
las madres tiemblan, ríen, lloran
y la ciencia enmudece.
4
ven,
salta, juega, juégate
quédate, permanece
niégate
asómbrate
sé una hoja de papel sobre una mesa
vacía
sé la mesa
la palabra
el vacío
la luz
la nada.
5
ahora
siempre
nunca.
desde el cordón umbilical
hasta la soga que habrá de ponerte
suave y definitivamente
entre la tierra y el cansancio de los enterradores.
porque nada es definitivo, y todo es absoluto.
y nada es, también, absoluto.
ven, aún si no me entiendes porque
cómo puedes tú entenderme si no entiendes la naturaleza de la sangre
si no entiendes el rojo
si no entiendes el vuelo de una pluma cayendo al vacío
despojada de su cuerpo de ave.
ven, abrázame
aún si no tienes brazos
(sobre todo si no los tienes)
haz una tu pena con mi risa
tu sed
tu hartazgo
hazlos uno también
con cualquier cromosoma humano, animal
con la sutil esencia de una planta
porque
cómo puedes tú ser uno siquiera contigo
si no eres capaz de fragmentarte, dividirte, marginarte, ser leve
cómo puedes siquiera contar, decir números
palabras
sonidos
cómo puedes siquiera decir que estás vivo, o soñarlo
o estar realmente vivo
si no sabes que la muerte no existe
si no sientes y sabes que no hay muerte posible
que no somos sino polvo de estrellas
materia, energía, vida.
ven, como si el tiempo no existiera
consciente de que no existe
consciente de que existe,
ven,
vamos a aniquilarnos dulcemente
a ser olvido
a participar de las cosas pequeñas que acontecen
en el mundo
a no participar, a no ser
ven desde la nada que eres hasta la nada que serás, húndete en mí
atraviésame
sin rencores, con rencores
sin dolor
siendo la fuente del dolor, la cura del dolor
ven y dime una palabra, un gesto
para que yo también
aún sin decirlo, sin saberlo
sea, vaya, vibre.
porque somos la materia de que todo está compuesto,
aún lo que no es, y no está
y nadie, ni dioses, ni hombres, ni poemas
pueden revocar este segundo en que tu carne y la mía
sean una extensión del universo.
2
la muerte, la quietud, el silencio
la lluvia, el mar, la silueta de una ola.
las horas
el viento
los bostezos.
3
la belleza de un gruñido
en un habitación a oscuras
inhabitada
de un mundo que desconoces
tan profundamente
como si realmente
no existiera.
la belleza de un bailarin
torcido
inválido
incapaz de saltar o girar
salvo sobre sus propias memorias
y tristezas.
la belleza de lo dañado
de las cosas que se pueden desechar
abandonar
dejar en el olvido.
del hombre barbado
añoso
q se ilumina como un niño
ante un caramelo
o un jugete roto.
de esos niños perpetuos
eternos
de ojos rasgados
ante cuya sonrisa
las madres tiemblan, ríen, lloran
y la ciencia enmudece.
4
ven,
salta, juega, juégate
quédate, permanece
niégate
asómbrate
sé una hoja de papel sobre una mesa
vacía
sé la mesa
la palabra
el vacío
la luz
la nada.
5
ahora
siempre
nunca.
desde el cordón umbilical
hasta la soga que habrá de ponerte
suave y definitivamente
entre la tierra y el cansancio de los enterradores.
porque nada es definitivo, y todo es absoluto.
y nada es, también, absoluto.
noviembre
1
la gente quiere poder pagar por lo que haces y dices (un libro, una aspiradora) por lo que sueñas y deseas, quiere que todo tenga una etiqueta con precio, que pueda ser comprado y vendido en el mercado, en una esquina cualquiera, en los callejones.... porque una vez que lo que dices o haces o sueñas tiene precio, no es sino algo más que se puede tener, botar, reemplazar, olvidar.
la gente quiere poseer lo que somos, lo que pensamos o escribimos, manipularlo, enmarcarlo en una página, rellenarlo con plumones amarillos, contaminarlo con su propio deseo insatisfecho. la sociedad humana está demasiado empeñada en disponer de las cosas y de los hombres, dirigida a que todo tenga un fin práctico, funcional, incluso las filosofías y los guías espirituales. nos venden el paraíso, nos lo cambian por buena conducta, por penitencias, por aceptaciones indiscutidas, y nos dan un adelanto en postales, estampitas, sueños de moribundos, mensajes desde el más allá. nos venden la felicidad en piezas pequeñas para que tengamos que pasar la vida comprando las partes hasta armar un rompecabezas sin sentido, para que al final sea preciso sustituir las primeras piezas por otras más nuevas, eficientes, o simplemente vivas. nos venden la educación, el entretenimiento, el amor, las fórmulas para la armonía. nos embotellan la paz, la tranquilidad, la camuflan o la convierten en una máscara antigas y un par de espejuelos para leer mejor.
la gente quiere clasificar, ordenar, caricaturizar al ser humano. quiere apropiarse de lo que cada quien es y sustituirlo por lo que cada quien debe ser, o por lo que alguien quiere que seamos.
cada día que pasa me siento más como un ser humano, menos como un ser social.
2
el desnudo, el sexo, la palabra que se grita aún en su sentido más oscuro no pueden ser obscenos. lo obsceno es la mediocridad, la falta de pensamientos o emociones personales y propias, la aceptación obediente y temerosa. lo obsceno es siempre esa muerte que intentan imponernos como un bozal o un arreo, un premio, un aplauso. la mentira es obscena, la impiedad lo es, el desistimiento a la vida.
3
soy un monstruo. uno hermoso, libre, delicadamente mortal.
4
voy empujando al hombre educado que hay en mí hasta los límites del animal que también hay. cuando hayan coincidido, tal vez sea tiempo de dejar de definirme, tal vez sea el tiempo.
5
mientras más nos empeñamos en mostrar nuestras debilidades, en ser el cordero, más fuerte está en nosotros el lobo. habría que temer a los nobles, a los mansos, a los que lloriquean por las esquinas y nos miran con sus caras desesperadas y sus vidas frágiles. ellos son quienes controlan nuestra capacidad de estar vivos, de reaccionar, de atrevernos.
6
hombres y mujeres no tengo nada que darles. todo cuanto hay en mí ya fue, y es, o será dado y entregado, pero no a cambio de nada, ni siquiera una moneda, una sonrisa, el amor. cuanto tomen de mí será porque yo así lo permito; lo que me cambien por dinero o bienes, o promesas, no es sino muerte, nada, una trampa, una mascarada, una mentira.
7
podemos matar al animal , su cuerpo físico, pero no somos capaces de aniquilar a un solo ser humano. los mayores traidores, los peores de la especie viven aún en nuestra memoria, los libros de historia, y los libros autobiográficos o el cine. me pregunto por qué y para qué alguien se siente en el derecho y la necesidad de matar a un animal si no es su intención comérselo. me pregunto cómo es posible la pena de muerte si no somos caníbales.
8
en la mayoría de los hombres el concepto de libertad está signado por la suma de las pequeñas prohibiciones que ha tenido que soportar durante su crecimiento. la libertad es, para muchos, un bien material, algo que puede conquistarse. pero no hay libertad en los fragmentos de una existencia.
9
soy libre, y soy feliz, y nadie más tiene absolutamente nada que ver con ello.
11
un hombre con una cuchillo en su pantalón, un chico con una granada en su mano, un presidente con un arsenal nuclear, una madre con su cinto, un padre con su reproche, un niño con un tirapiedras: seres humanos iguales en su odio y su violencia, da igual la razón, da igual el fin.
la gente quiere poder pagar por lo que haces y dices (un libro, una aspiradora) por lo que sueñas y deseas, quiere que todo tenga una etiqueta con precio, que pueda ser comprado y vendido en el mercado, en una esquina cualquiera, en los callejones.... porque una vez que lo que dices o haces o sueñas tiene precio, no es sino algo más que se puede tener, botar, reemplazar, olvidar.
la gente quiere poseer lo que somos, lo que pensamos o escribimos, manipularlo, enmarcarlo en una página, rellenarlo con plumones amarillos, contaminarlo con su propio deseo insatisfecho. la sociedad humana está demasiado empeñada en disponer de las cosas y de los hombres, dirigida a que todo tenga un fin práctico, funcional, incluso las filosofías y los guías espirituales. nos venden el paraíso, nos lo cambian por buena conducta, por penitencias, por aceptaciones indiscutidas, y nos dan un adelanto en postales, estampitas, sueños de moribundos, mensajes desde el más allá. nos venden la felicidad en piezas pequeñas para que tengamos que pasar la vida comprando las partes hasta armar un rompecabezas sin sentido, para que al final sea preciso sustituir las primeras piezas por otras más nuevas, eficientes, o simplemente vivas. nos venden la educación, el entretenimiento, el amor, las fórmulas para la armonía. nos embotellan la paz, la tranquilidad, la camuflan o la convierten en una máscara antigas y un par de espejuelos para leer mejor.
la gente quiere clasificar, ordenar, caricaturizar al ser humano. quiere apropiarse de lo que cada quien es y sustituirlo por lo que cada quien debe ser, o por lo que alguien quiere que seamos.
cada día que pasa me siento más como un ser humano, menos como un ser social.
2
el desnudo, el sexo, la palabra que se grita aún en su sentido más oscuro no pueden ser obscenos. lo obsceno es la mediocridad, la falta de pensamientos o emociones personales y propias, la aceptación obediente y temerosa. lo obsceno es siempre esa muerte que intentan imponernos como un bozal o un arreo, un premio, un aplauso. la mentira es obscena, la impiedad lo es, el desistimiento a la vida.
3
soy un monstruo. uno hermoso, libre, delicadamente mortal.
4
voy empujando al hombre educado que hay en mí hasta los límites del animal que también hay. cuando hayan coincidido, tal vez sea tiempo de dejar de definirme, tal vez sea el tiempo.
5
mientras más nos empeñamos en mostrar nuestras debilidades, en ser el cordero, más fuerte está en nosotros el lobo. habría que temer a los nobles, a los mansos, a los que lloriquean por las esquinas y nos miran con sus caras desesperadas y sus vidas frágiles. ellos son quienes controlan nuestra capacidad de estar vivos, de reaccionar, de atrevernos.
6
hombres y mujeres no tengo nada que darles. todo cuanto hay en mí ya fue, y es, o será dado y entregado, pero no a cambio de nada, ni siquiera una moneda, una sonrisa, el amor. cuanto tomen de mí será porque yo así lo permito; lo que me cambien por dinero o bienes, o promesas, no es sino muerte, nada, una trampa, una mascarada, una mentira.
7
podemos matar al animal , su cuerpo físico, pero no somos capaces de aniquilar a un solo ser humano. los mayores traidores, los peores de la especie viven aún en nuestra memoria, los libros de historia, y los libros autobiográficos o el cine. me pregunto por qué y para qué alguien se siente en el derecho y la necesidad de matar a un animal si no es su intención comérselo. me pregunto cómo es posible la pena de muerte si no somos caníbales.
8
en la mayoría de los hombres el concepto de libertad está signado por la suma de las pequeñas prohibiciones que ha tenido que soportar durante su crecimiento. la libertad es, para muchos, un bien material, algo que puede conquistarse. pero no hay libertad en los fragmentos de una existencia.
9
soy libre, y soy feliz, y nadie más tiene absolutamente nada que ver con ello.
11
un hombre con una cuchillo en su pantalón, un chico con una granada en su mano, un presidente con un arsenal nuclear, una madre con su cinto, un padre con su reproche, un niño con un tirapiedras: seres humanos iguales en su odio y su violencia, da igual la razón, da igual el fin.
viernes, 16 de septiembre de 2011
paternalia (fragmentos)
III
no sirve- dice mi padre-
y siento cómo la piel de mango
se desprende
y con ella (en su caída)
el músculo, el tendón, la grasa
el hueso al descubierto
expuesto y difícil.
no sirve- repite meneando la cabeza-
y la memoria se fragmenta
se esfuma
se trasmuta en novela.
no sirve- por última y tercera vez-
y ya no hay ante mí
si no este hombre
brutal, deconocido, testarudo
que reniega.
no sirve- dice mi padre-
y siento cómo la piel de mango
se desprende
y con ella (en su caída)
el músculo, el tendón, la grasa
el hueso al descubierto
expuesto y difícil.
no sirve- repite meneando la cabeza-
y la memoria se fragmenta
se esfuma
se trasmuta en novela.
no sirve- por última y tercera vez-
y ya no hay ante mí
si no este hombre
brutal, deconocido, testarudo
que reniega.
jueves, 9 de junio de 2011
Anatomía de la palabra
Fue la primera vez. Tenía los ojos abiertos y la pupila se perdía bajo la nata lechosa que le abultaba el iris como si fueran los ojos de un pez muerto. Dos manchas groseras y blancas comiéndose a poquitos unos ojos tan lindos. Yo la veía tantear la ventana con su mano transparente; veía sus dedos reptar por sobre la madera áspera y deslucida hasta encontrar el mango del espejo y llevárselo a la cara, como si aún pudiera verse con aquellos dos pegotes blancos que le crecían tras los párpados. Luego vinieron otras veces. No recuerdo cuántas. Su mano siempre encontraba el espejo y luego la cara, y allí estaban aquellos ojos suyos, hundidos en una neblina asquerosa y hambrienta. Yo la miraba y sentía que ella también me miraba, que actuaba para mí su pequeño papel desde un escenario tan inverosímil como inexpugnable. Fue la única vez. Ya no puedo verla pero sospecho que al final sonreía.
He mandado tapiar la ventana.
He mandado tapiar la ventana.
martes, 3 de mayo de 2011
segunda madrugada (fragmentos)
Entrar a la ciudad desde el mar oprime. De a poco el aura cambia, se vuelve densa y angustiosa, las historias camufladas puertas adentro dejan salir su energía oscura que se cierne sobre cada cosa, pegándose a las paredes, al acecho bajo un poste de luz, una pared derruida, el grito de dolor de un perro callejero apaleado por la cruel diversión de unos niños recién liberados del castigo paterno. Pero el regreso es inevitable.
Frente al cuartel de bomberos miro las calles de mi ciudad sin decidirme por ninguna. A estas horas, cuatro de la madrugada, cualquiera es buena o mala opción: río, medio, milanés. Como si se tratase de un juego, elijo: ninguna ha de llevarme directamente a casa. A mis espaldas, niños de diecisiete años dejan correr sus hormonas en poco originales piropos: son los reclutas. En uno o dos años a lo sumo la mayoría habrá vuelto a su vida, lejos de esta historia del servicio militar obligatorio que ninguno, salvo contadas y muy inquietantes excepciones, querrá recordar. Oigo sus risas, los silbidos que me dedican y que sólo alcanzan, bien lo saben ellos, para espantar el sueño y la modorra de una guardia nocturna. Quiero devolverles el gesto. Dejo que el aire levante mi vestido sin oponer resistencia. Oigo sus gritos de entusiasmo. Gracias a este segundo no volverán a sentir sueño en toda la noche. Ya imagino el desayuno en la mañana, el cuento exagerado en sus mínimos detalles, la envidia de quienes dormían, el desconsuelo genuino del pecoso que lleva espejuelitos, ése que aún no conoció mujer.
Al final será la calle Medio- Independencia según la nomenclatura oficial, víctima ésta del desdén ciudadano-. Las luces amarillentas de los comercios cerrados tiñen las aceras de un tono sanguinolento que remite a los orígenes de la villa, mucho antes de la brutal conquista española, cuando los primeros pobladores -en franco marcaje territorial- dieron cuenta de una banda de merodeadores europeos.
Subo las primeras cuadras: la taberna Vigía, desde cuyas hermosas y artesanales banquetas de madera un estudiante de medicina que cursa ya el segundo año y sueña especializarse en cirugía, intenta venderme una preciosa gargantilla de oro. A su costado, aún en uniforme de camarera, la joven de veinte años que cambió licenciatura por escoba y que ha venido a comerse una hamburguesa con papas y tomarse un refresco de Cola porque el cansancio no la dejará preparar bocado al llegar a casa. Cien metros arriba un restaurante (cerrado), un bar soterrado (cerrado también), la casa de la asociación de artesanos siempre tan decorada que parece en lucha constante contra el horror vacuis- en la galería una exposición de bolsos manufacturados en cuero y fibras vegetales- sin precio a la vista pero vendibles y comprables como todo en este edificio; más allá del parque esquinado una librería de ejemplares usados (donde encontré un tomo de más de cien años!) y luego bancos, ferreterías, iglesias, oficinas, un violinista que, embriagado, repite los exquisitos primeros compases de la bella cubana y a cuya ventana (vida) me asomo indiscreta con la esperanza de no ser descubierta.
Amo esta ciudad a pesar del desgaste, de la indolencia que convierte edificios majestuosos en basureros, de la retráctil y escurridiza bohemia de pintores y poetas que ya no son el alma sino la olvidada retaguardia de la capital provincial y a cuyas glorias pasadas debe el apelativo de Atenas de Cuba. Ignoro que me ha visto ya el músico y se acerca, violín al hombro, para invitarme a este raro concierto sin espectadores.
La habitación (dormitorio-sala-comedor-cocina) mide unos escasos dieciséis metros cuadrados, un cuarto de ellos destinado a acomodar un atril, dos cajas de partituras, y una funda de lona reforzada para el violín y las cuerdas de recambio. El arco, más viejo que el resto, perteneció a un antiguo profesor a quien se puede encontrar, presa de la insania, compartiendo migas de pan con los gorriones mientras toma el sol en la glorieta del parque frente al palacio de gobierno. de vez en vez y sonriendo a un interlocutor que por inexistente no alcanzamos a ver, señala el maestro a la planta alta de la biblioteca de mayores- antiguo casino español- donde fuese aclamado hace casi medio siglo.
Cuarenta y cinco minutos y varias interpretaciones después, me escurro de vuelta a la calle. Tras la ventana de siempre, el violinista apenas nota mi ausencia. Mañana no recordará haberme visto. Seré como uno de esos acordes que se resisten a la mano del ejecutante volviéndose una pesadilla hasta que, vencidos, se pierden en la consecución de un movimiento entero.
Poco a poco esta vía estrecha se convierte en camino cuesta arriba. levemente curvas, diseñadas para que el sol pegue en ambas aceras a alguna hora del día, las calles primigenias de la ciudad van del mar a la cima de la loma, las casas construidas en la ladera en un conocimiento que perdimos después, cuando empezaron a engendrarse esos barrios a los que es preciso entrar brújula en mano o bajo la guía experta de un vecino si no se quiere correr el riesgo de perderse en la reiteración de fachadas, vanos, ventanas; tal parece obra de un espejo mágico capaz de duplicar, triplicar, quién sabe si quintuplicar una vivienda en sus mínimos detalles ubicándola en cada una de las direcciones posibles de esta rosa náutica plantada para confundir a los intrusos y ejercitar las artes de orientación de los recién llegados. Me molesta pensar en la ciudad que será cuando todos los viejos edificios caigan víctimas de sus años o alguna mortal enfermedad, a saber: bonsáis en las paredes, desgajamiento del enrejillado, pérdida de la viga central, grietas, filtraciones, olvido...
Frente al cuartel de bomberos miro las calles de mi ciudad sin decidirme por ninguna. A estas horas, cuatro de la madrugada, cualquiera es buena o mala opción: río, medio, milanés. Como si se tratase de un juego, elijo: ninguna ha de llevarme directamente a casa. A mis espaldas, niños de diecisiete años dejan correr sus hormonas en poco originales piropos: son los reclutas. En uno o dos años a lo sumo la mayoría habrá vuelto a su vida, lejos de esta historia del servicio militar obligatorio que ninguno, salvo contadas y muy inquietantes excepciones, querrá recordar. Oigo sus risas, los silbidos que me dedican y que sólo alcanzan, bien lo saben ellos, para espantar el sueño y la modorra de una guardia nocturna. Quiero devolverles el gesto. Dejo que el aire levante mi vestido sin oponer resistencia. Oigo sus gritos de entusiasmo. Gracias a este segundo no volverán a sentir sueño en toda la noche. Ya imagino el desayuno en la mañana, el cuento exagerado en sus mínimos detalles, la envidia de quienes dormían, el desconsuelo genuino del pecoso que lleva espejuelitos, ése que aún no conoció mujer.
Al final será la calle Medio- Independencia según la nomenclatura oficial, víctima ésta del desdén ciudadano-. Las luces amarillentas de los comercios cerrados tiñen las aceras de un tono sanguinolento que remite a los orígenes de la villa, mucho antes de la brutal conquista española, cuando los primeros pobladores -en franco marcaje territorial- dieron cuenta de una banda de merodeadores europeos.
Subo las primeras cuadras: la taberna Vigía, desde cuyas hermosas y artesanales banquetas de madera un estudiante de medicina que cursa ya el segundo año y sueña especializarse en cirugía, intenta venderme una preciosa gargantilla de oro. A su costado, aún en uniforme de camarera, la joven de veinte años que cambió licenciatura por escoba y que ha venido a comerse una hamburguesa con papas y tomarse un refresco de Cola porque el cansancio no la dejará preparar bocado al llegar a casa. Cien metros arriba un restaurante (cerrado), un bar soterrado (cerrado también), la casa de la asociación de artesanos siempre tan decorada que parece en lucha constante contra el horror vacuis- en la galería una exposición de bolsos manufacturados en cuero y fibras vegetales- sin precio a la vista pero vendibles y comprables como todo en este edificio; más allá del parque esquinado una librería de ejemplares usados (donde encontré un tomo de más de cien años!) y luego bancos, ferreterías, iglesias, oficinas, un violinista que, embriagado, repite los exquisitos primeros compases de la bella cubana y a cuya ventana (vida) me asomo indiscreta con la esperanza de no ser descubierta.
Amo esta ciudad a pesar del desgaste, de la indolencia que convierte edificios majestuosos en basureros, de la retráctil y escurridiza bohemia de pintores y poetas que ya no son el alma sino la olvidada retaguardia de la capital provincial y a cuyas glorias pasadas debe el apelativo de Atenas de Cuba. Ignoro que me ha visto ya el músico y se acerca, violín al hombro, para invitarme a este raro concierto sin espectadores.
La habitación (dormitorio-sala-comedor-cocina) mide unos escasos dieciséis metros cuadrados, un cuarto de ellos destinado a acomodar un atril, dos cajas de partituras, y una funda de lona reforzada para el violín y las cuerdas de recambio. El arco, más viejo que el resto, perteneció a un antiguo profesor a quien se puede encontrar, presa de la insania, compartiendo migas de pan con los gorriones mientras toma el sol en la glorieta del parque frente al palacio de gobierno. de vez en vez y sonriendo a un interlocutor que por inexistente no alcanzamos a ver, señala el maestro a la planta alta de la biblioteca de mayores- antiguo casino español- donde fuese aclamado hace casi medio siglo.
Cuarenta y cinco minutos y varias interpretaciones después, me escurro de vuelta a la calle. Tras la ventana de siempre, el violinista apenas nota mi ausencia. Mañana no recordará haberme visto. Seré como uno de esos acordes que se resisten a la mano del ejecutante volviéndose una pesadilla hasta que, vencidos, se pierden en la consecución de un movimiento entero.
Poco a poco esta vía estrecha se convierte en camino cuesta arriba. levemente curvas, diseñadas para que el sol pegue en ambas aceras a alguna hora del día, las calles primigenias de la ciudad van del mar a la cima de la loma, las casas construidas en la ladera en un conocimiento que perdimos después, cuando empezaron a engendrarse esos barrios a los que es preciso entrar brújula en mano o bajo la guía experta de un vecino si no se quiere correr el riesgo de perderse en la reiteración de fachadas, vanos, ventanas; tal parece obra de un espejo mágico capaz de duplicar, triplicar, quién sabe si quintuplicar una vivienda en sus mínimos detalles ubicándola en cada una de las direcciones posibles de esta rosa náutica plantada para confundir a los intrusos y ejercitar las artes de orientación de los recién llegados. Me molesta pensar en la ciudad que será cuando todos los viejos edificios caigan víctimas de sus años o alguna mortal enfermedad, a saber: bonsáis en las paredes, desgajamiento del enrejillado, pérdida de la viga central, grietas, filtraciones, olvido...
jueves, 14 de abril de 2011
alumbrón (fragmentos)
Vivíamos en sombras, como en una eterna noche polar en medio del trópico. Nos alimentábamos de desechos sin color ni sabor cierto, y los metíamos en la boca a toda prisa, a empellones y en silencio como las sombras que éramos. Fuimos perdiendo el color, y el olor nos emparejó a todos en una masa nauseabunda e indefinida, moldeable, dúctil, inerte... La música se trasmutó en señal de alarma, el paso de los automóviles en eventos aislados e increíbles, como proyecciones holográficas sin rumbo ni sentido que aparecían en medio de la calle desierta sólo para adentrarse con su gota de luz entre los callejones de la memoria.
viernes, 21 de enero de 2011
anatomía de un jefe
la bestia que eres me mira fijamente
no a los ojos
sino al escote
o a la nuca, sobre el hombro, a hurtadillas
en silencio
no como un voyeur
no como un amante
no como un amigo que me cuida la espaldas
pero agazapado
parte todo de un plan
una estrategia
un trabajo insulso y desgraciado en el que te sientes libre
y feliz
como un bicho de fango en su pequeño paraíso
y quieres q muestre mi gratitud liquidando la deuda inmensa
(externa, impagable??)
al contado y en frente de todos.
pero no hay precio
ni deuda
ni pago
ni fe más allá de una inspiración por segundo
no hay nada que agradecer porque doblando el lomo
sólo aprendemos
a doblar el lomo
a fijar la vista en el surco difícil
que nos labras como pena sin recurso
como castigo casi a la existencia
a la osadía de vivir
de soñar
de tener sueños.
y tú, animal anónimo
anodino
anonadado
ante el poco (nulo) valor de tus valores
de tus prendas de cambio
del manojo de poder que, agua al fin
se hace ola
y espuma
y nada
entre tus propias manos
dejándote no limpio ni puro
sino escasamente yerto
vacío
anatómicamente ordinario
ni siquiera bestia ya
los ojos como dos lámparas rotas
como dos negrísimos agujeros
la materia gris verde podrida
fecal
gravitatoria
sin ancla ni función
sin rumbo, ni puerto, ni timón, ni albedrío
sin deuda que cobrar
sin poder para ejercer
hastiado en su vacuidad
consciente en su pobreza
en la miseria de vivir
esa vida miserable
que no tuviste
siquiera
el descaro de elegir.
no a los ojos
sino al escote
o a la nuca, sobre el hombro, a hurtadillas
en silencio
no como un voyeur
no como un amante
no como un amigo que me cuida la espaldas
pero agazapado
parte todo de un plan
una estrategia
un trabajo insulso y desgraciado en el que te sientes libre
y feliz
como un bicho de fango en su pequeño paraíso
y quieres q muestre mi gratitud liquidando la deuda inmensa
(externa, impagable??)
al contado y en frente de todos.
pero no hay precio
ni deuda
ni pago
ni fe más allá de una inspiración por segundo
no hay nada que agradecer porque doblando el lomo
sólo aprendemos
a doblar el lomo
a fijar la vista en el surco difícil
que nos labras como pena sin recurso
como castigo casi a la existencia
a la osadía de vivir
de soñar
de tener sueños.
y tú, animal anónimo
anodino
anonadado
ante el poco (nulo) valor de tus valores
de tus prendas de cambio
del manojo de poder que, agua al fin
se hace ola
y espuma
y nada
entre tus propias manos
dejándote no limpio ni puro
sino escasamente yerto
vacío
anatómicamente ordinario
ni siquiera bestia ya
los ojos como dos lámparas rotas
como dos negrísimos agujeros
la materia gris verde podrida
fecal
gravitatoria
sin ancla ni función
sin rumbo, ni puerto, ni timón, ni albedrío
sin deuda que cobrar
sin poder para ejercer
hastiado en su vacuidad
consciente en su pobreza
en la miseria de vivir
esa vida miserable
que no tuviste
siquiera
el descaro de elegir.
jueves, 13 de enero de 2011
ceremonial
como una invocación hecha a los pies del agua
al amparo de una pena fugaz
cuando todos se han ido
al amparo de una pena fugaz
cuando todos se han ido
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