Yo quería ser una monja
De niña las miraba pasar envueltas en sus telas negras y sus grandes sonrisas.
Yo quería su paz, su silencio,
esos pasos cortos que el hábito fuerza para alcanzar la gracia.
Yo quería la fe, la distancia del mundo, la tozuda renuncia incomprendida.
Pero era un animal de carne y poesía,
una bestia que amaba cazar, los claroscuros, y el borde sinuoso donde se desdibuja la moral.
Yo quería ser una monja sin amargura, con el corazón apretado por la belleza.
Y cada huella de otro cuerpo sobre el mío arrancaba la tela imaginaria, me desposeía del sueño.
Ahora puedo sentarme sobre el zafu, abrazar esta ilusión como la hija mimada que jamás salió de mi cuerpo.