jueves, 28 de abril de 2022

Kusen

Mi padre me enseñó a no amar, a esconder el corazón y darle vuelta como a un pijama reversible. Me enseñó a ser dura, pétrea, lacónica, esquiva, brutal.

Mi padre me enseñó la distancia, el desapego, la futilidad de algunos encuentros. Me enseñó que incluso el dolor pasa, que la vida es efímera, y que no hay lazos que duren para siempre.

Mi padre ha sido un gran maestro. Y me ha tomado una vida entender que uno elige lo que aprende, tal y como elige lo que olvida.

martes, 26 de abril de 2022

...

La muerte nunca empieza en el momento en que la percibes. Para entonces ya estaba ahí, desde siempre, y su germen dormía al abrigo del propio nacimiento. 

Cuando observas la muerte de algo, de alguien, es porque ya empezaste a sentir la ligereza de algunas ausencias, la certeza de que las pequeñas distancias terminarán siendo un abismo (aún si resulta entrañable). 

Cuando la muerte te saluda sin sorprenderte, es porque la habías visto venir, contonearse, tornarse familiar, íntima, predecible.

Es apenas un suspiro en este instante, pero las asíntotas corrieron juntas también alguna vez.

domingo, 10 de abril de 2022

A veces es mejor vivir en los mundos de yupi. A veces es preferible dar la espalda a todo, lo bueno,
lo malo, y lo terriblemente humano de esta vida ordinaria que nos asfixia cuando no debía. Yo no 
quería enterarme de las atrocidades contra un gato en una feria de rodeo, y allí estaba la noticia en 
los estados de whatsapp y los de facebook de todos mis amigos. Yo no quería hablar más de los 
niños presos, de los desaparecidos, ni de las consignas. Pero ahí están otra vez en los estados, en las 
mentes, en los corazones de la gente que me rodea. 
Yo estaba necesitando un alto, unas vacaciones de todo este circo de dirigentes que sonríen y dan 
discursos mientras hay gente rayando la inanición, y se siguen pisoteando los derechos y hasta los 
izquierdos de cualquiera que viva en esta isla. Yo no quería saber absolutamente nada de toda esta 
miseria consentida, de los defensores de lo indefendible, de los apóstatas, de la gente que cambia su 
corazón por unas libras de salchicha. Yo quería detenerme a observar las flores en el árbol 
anunciando la primavera, quería contemplar el azul de este cielo ridículamente azul, y descubrir que
la felicidad no tiene nada que ver con la circunstancia.
Pero el sufrimiento no te puede ser ajeno, porque nunca es ajeno. Y ahora no quiero permisos para 
marchar y protestar en paz. No quiero estrechar las manos de nadie, ni mirar a los ojos a quienes 
nos mienten como si el juego de esta vida estuviera predestinado y siempre nos tocara perder. Ahora
no quiero pensar en el daño que mis acciones pueden infligir a mis familiares y amigos, más allá de 
lo que pueda afectarme a mí misma. Ahora entiendo a Maceo, la tea incendiaria, la isla desierta, y el
toque Usted a degüello.
Yo no quería (sigo resistiéndome muchísimo) ser quien camina por el túnel sabiendo que al final no 
hay luz, ni salida, ni retorno. Pero qué puedo hacer con esta vida regalada salvo vivirla hasta el 
extremo de la muerte. Qué puedo hacer que no sea irme al medio del monte acompañada de los 
grillos y las aves rapaces, que en su infinita compasión sólo comen de lo que ya está muerto.
A algunos nos va a tocar el sacrificio de estar vivos y ser libres

Los mundos de yupi

A veces es mejor vivir en los mundos de yupi. A veces es preferible dar la espalda a todo, lo bueno,
lo malo, y lo terriblemente humano de esta vida ordinaria que nos asfixia cuando no debía. Yo no 
quería enterarme de las atrocidades contra un gato en una feria de rodeo, y allí estaba la noticia en 
los estados de whatsapp y los de facebook de todos mis amigos. Yo no quería hablar más de los 
niños presos, de los desaparecidos, ni de las consignas. Pero ahí están otra vez en los estados, en las 
mentes, en los corazones de la gente que me rodea. 
Yo estaba necesitando un alto, unas vacaciones de todo este circo de dirigentes que sonríen y dan 
discursos mientras hay gente rayando la inanición, y se siguen pisoteando los derechos y hasta los 
izquierdos de cualquiera que viva en esta isla. Yo no quería saber absolutamente nada de toda esta 
miseria consentida, de los defensores de lo indefendible, de los apóstatas, de la gente que cambia su 
corazón por unas libras de salchicha. Yo quería detenerme a observar las flores en el árbol 
anunciando la primavera, quería contemplar el azul de este cielo ridículamente azul, y descubrir que
la felicidad no tiene nada que ver con la circunstancia.
Pero el sufrimiento no te puede ser ajeno, porque nunca es ajeno. Y ahora no quiero permisos para 
marchar y protestar en paz. No quiero estrechar las manos de nadie, ni mirar a los ojos a quienes 
nos mienten como si el juego de esta vida estuviera predestinado y siempre nos tocara perder. Ahora
no quiero pensar en el daño que mis acciones pueden infligir a mis familiares y amigos, más allá de 
lo que pueda afectarme a mí misma. Ahora entiendo a Maceo, la tea incendiaria, la isla desierta, y el
toque Usted a degüello.
Yo no quería (sigo resistiéndome muchísimo) ser quien camina por el túnel sabiendo que al final no 
hay luz, ni salida, ni retorno. Pero qué puedo hacer con esta vida regalada salvo vivirla hasta el 
extremo de la muerte. Qué puedo hacer que no sea irme al medio del monte acompañada de los 
grillos y las aves rapaces, que en su infinita compasión sólo comen de lo que ya está muerto.
A algunos nos va a tocar el sacrificio de estar vivos y ser libres