Sin los pequeños detalles la muerte no sería comprensible. Todo parece perfectamente normal hasta que de repente te sobra un plato, no sabes qué hacer con una pieza de ropa, o el cojín sobre el sofá está demasiado bien dispuesto.
Así entendemos la ausencia y realizamos lo que no está.
Sin esos pequeños desasosiegos la muerte sería un abismo, un agujero inmóvil que de alguna manera te persigue para engullirte.
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