domingo, 13 de marzo de 2022

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Una lágrima puede borrar un universo. Puede inundarlo hasta que no quede nada, salvo una manchita de humedad que se irá desvaneciendo con las horas. 


Una lágrima puede también detener el tiempo. Hacer que el viento y las galaxias se congelen, que las estrellas a punto de morir preserven esa ínfima porción de energía que las salva de su metamorfosis y mantiene su núcleo compacto, ardiente..


Una lágrima puede revertir la muerte, desplazarla, trasmutar la energía que se descompone en alguna otra que apenas comienza su viaje. Puede también volverse sal, espejo, agua, vida.


Una lágrima puede, en medio de la noche y al amparo del silencio, iluminar el camino a la ternura. Mostrarnos el pasaje más allá de la tristeza. Hacernos sonreír. Despertarnos. 


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