cuando el animal está herido se refugia en lo oscuro, se acomoda en la bestia.
cuando le duele el alma, apacigua el dolor con el tormento del cuerpo. lo confunde, lo lastima, le exige que repare esa otra carne que no es visible.
cuando el animal agoniza le ruega a la máquina que lo salve, que lo cubra, que trasmute en metal y en piedra lo que no parece salvarse. y gira las tuercas hasta que chirrían de dolor los goznes de las puertas que lo guardan.
pero el dolor no puede permanecer en ningún sitio, no puede ser confinado y no puede extirparse.
hay que mirarlo a los ojos, sentarlo a la mesa, servirle una taza de té a la bestia, y quererlo justamente como es.
cuando el animal sufre, vive, llora, se lastima.. es un testimonio de la vida que pasa. un vislumbre de la vida que es efímera.