Alicia se ha perdido. Desde el fondo de mi corazón le grito a ver si me escucha. Es un grito sordo, seco, rasgado, inaudible. Cierro los ojos y recorro los patios de los vecinos en mi memoria. Trepo a los árboles, salto las cercas, sobrepaso los trozos de metal y los escombros. ¡Alicia! Grito con todo mi silencio. Sé que no puede escucharme. Estoy tan lejos que ni siquiera puedo escucharme a mí misma.