para medir la tristeza de un ser humano no hacen falta palabras. basta con rozarle las puntas de los dedos, con asomarse a la oscura impiedad que suplanta los ojos, con escuchar el tic tac sombrío del corazón...
para medir la tristeza de un ser humano basta con estar vivo, con respirar la densa atmósfera de deseo en que incubamos nuestros miedos, con imaginar la absurda profundidad de la esperanza.
para medir la infinita tristeza de un ser humano basta notar la ausencia de amor, el horror al silencio, la huída constante de un segundo a solas.