Llueve. Nunca hay mejor momento para dejar salir la costra oscura que nos apelmaza el corazón. Y que el agua corra con todo... las venas y arterias también. Apenas tres gotas y es el tiempo perfecto para lidiar con las capas de mugre que se apilan taimadas sobre las tiernas paredes del corazón. Pero abrimos esa puerta y de golpe el espejo es menos puro de lo esperado, de golpe lo que debía ser ancho caudal es apenas riacho turbio. No queda otra, habrá que dejar que el loto florezca justo en medio del barro. Tampoco es que alguna vez fuese a llover tanto....