martes, 10 de enero de 2012

el magnífico (...)

todo cuanto miraba se convertía en mierda. algo denso y oscuro salía de sus ojos y se pegaba en las cosas y las gentes, marchitándolos. sus pequeñas frustraciones, sus desencuentros, las negativas de su infancia, la terquedad, las humillaciones, la furia por cualquier cosa... todo inventariado y compacto, listo para salir afuera y corromper la vida. llevaba, sin embargo, una máscara hermosa, sin adornos superfluos, tentadora, capaz de disimular su naturaleza tras unas carcajadas y el encanto de su figura casi carnavalesca. las gentes caían como moscas, encandiladas, dispuestas a todo por una gota de aquella dulzura de risa y la gracia de sus atenciones. luego no había nada que hacer salvo mirar atontado el pataleo inútil y los gemidos. pero era apenas un espectáculo para sobrevivientes, a él no le importaba ya ser parte de tamaña decadencia. se llamaba a sí mismo el magnífico, y decía el título con sorna, lujuriosamente, acompañándolo con un gesto entre reverente y pretencioso, medio burlesco quizá, que camuflaba las venas rojizas e hinchadas del cuello. (...)